
La primera vez que escribí un canción tenía dieciocho años y una guitarra clásica que todavía no sabía tocar. Fue tan grande el impulso por querer expresarme a través de esa letra que los pocos acordes que conocía se adaptaron perfectamente para poder componerla.
Se llamaba “Mi mejor lección” y describía con mucha belleza y poesía la pérdida del amor atravesada por una traición. El mar era un protagonista principal en mi canción, un elemento que era parte de mi vida cotidiana, e incluso luego sería el nombre de una de mis futuras bandas: “Milmares”. Nada es al azar, cuando escribimos una canción quizás también estamos escribiendo parte de “nuestro destino”.

Con el tiempo las canciones van madurando al igual que nosotr@s. Cambian de forma, se reinventan en su significado, fortalecen su aspecto y se cantan a flor de piel pero adquiriendo mayor personalidad y esencia. Esa madurez es la que vas sumando al mismo tiempo en la vida con tu experiencia.
Escribimos en los micros, en los colectivos, de madrugada, en soledad, con otr@compositor@, en silencio, desde la tristeza, desde la alegría, para liberar fantasmas o celebrar la vida. Dejamos salir emociones enormes que nos desbordan e incluso otras que tienen mucho peso.

Les ponemos música porque ella es un móvil y nuestro deseo es que esa canción viaje lo más lejos posible. Y que un día llegue hasta vos y pueda tocarte algún lugar del corazón.
Eso, para nosotr@s,es un gran privilegio.
Melina♥♥♥
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